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25 años sin la URSS

La música de El Lago de los Cisnes se escuchó todo el día en la radio y la televisión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas…

Era una costumbre cada vez que moría uno de los dirigentes del país o había un anuncio de gran importancia para la nación… esta vez era el preludio de la extinción del imperio que se desmoronaba, y cuyo destino había sido escrito el 8 de diciembre de 1991 en los bosques de Bielorrusia, donde a espaldas de Mijail Gorbachov, el formalmente líder soviético, se había acordado la desintegración de lo que todavía era considerada la segunda gran potencia del mundo, que sería sustituida por la Comunidad de Estados Independientes.

Se trataba en mucho de una muerte anunciada, con lo que para asombro del mundo terminaba la historia formal de un país que se había constituido en 1922 luego de la Revolución Bolchevique contra los zares y las pugnas entre los líderes soviéticos: Lenin, Stalin, Trotsky.

En menos de medio siglo, en las 15 repúblicas que conformaron la URSS, se estableció un gobierno único y un sistema socialista regido desde Moscú con el apoyo invariable de los partidos comunistas y el respaldo de las fuerzas armadas y de la policía secreta, la KGB.

Por encima de pugnas internas y mandos férreos como el de José Stalin, la Unión Soviética se consolidó luego de la Segunda Guerra Mundial, de la cual emergió como gran potencia para establecer en el oriente de Europa y en gran parte de Asia, una zona de influencia y una pugna entre socialismo y capitalismo, que dio lugar a la llamada Guerra Fría.

Durante décadas, la Unión Soviética y Estados Unidos sostuvieron una batalla económica e ideológica, que incluso llevaron al espacio, donde la URSS dio un gran golpe al lanzar al primer hombre al espacio, el cosmonauta Yuri Gagarin.

La pugna entre las potencias alcanzó el ámbito nuclear y en 1963 se produjo la crisis de los misiles en Cuba, lo que muchos consideraron el preludio de la Tercera Guerra Mundial.

Sin embargo, el excesivo gasto espacial y militar, aunado a modelos de producción agotados, llevaron a un fuerte desgaste a la Unión Soviética que enfrentó la rebelión de antiguos aliados como Hungría, Polonia y Checoslovaquia, lo que culminó en Alemania del Este con la caída del muro de Berlín.

Lo cierto es que en términos económicos, la URSS fue de fracaso en fracaso y el definitivo se dio cuando Gorbachov, quien era considerado como una figura nueva dentro de la nomenclatura soviética, trató de introducir un modelo de mercado a través de la llamada Perestroika en un plazo de solo 500 días.

Las carencias y la falta de alimentos se generalizaron en las Repúblicas Soviéticas, al tiempo que Gorbachov ganaba popularidad en Occidente pero perdía fuerza en el soviet supremo, donde surgieron fuertes opositores como Boris Yeltsin, quien terminó por desplazarlo y escribir el acta de defunción de la otrora gran potencia.

Occidente y en especial Estados Unidos veían con simpatía los esfuerzos de Gorbachov, pero de ninguna manera le tenían plena confianza, así que de algún modo fueron espectadores de un derrumbe que culminó el 25 de diciembre de 1991, cuando el maltrecho líder soviético formalizó su renuncia.

Apoyado en el tratado de Alma Ata, suscrito por las repúblicas que conformaban la URSS, Yeltsin, quien ya era el presidente de la Federación Rusa, asumió el mando y comenzó por asegurar la representación que tenía la Unión Soviética en las Naciones Unidas y otros organismos internacionales.

El 26 de diciembre de 1991, la bandera de franjas azul, blanco y rojo de la Federación rusa, sustituyó a la roja de la hoz y el martillo, que desapareció para siempre del Kremlin y de las 15 repúblicas que integraban la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS.

Rusia también se hizo cargo del arsenal nuclear, mediante acuerdos con ex repúblicas como Ucrania y Bielorrusia que lo resguardaban.

Los primeros tiempos que siguieron a la desaparición de la soviética fueron de desconcierto y carencias para buena parte de la población.

Pasado un cuarto de siglo de la desintegración de la URSS, queda simbiosis de nostalgia y repudio al pasado.

Empero está claro que el consenso es que no hay marcha atrás.

Ahora, el mundo ya cambió, las ex repúblicas soviéticas también. Todas son naciones independientes y han dejado atrás el comunismo.

Rusia se ha recompuesto y sigue en su papel de potencia nuclear, liderada por un ex agente de la KGB, Vladimir Putin, quien con mano firme y un gran activismo, se ha colocado como un hombre poderoso que busca reverdecer viejas glorias.

 

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