Deportación, el drama de las madres migrantes con hijos en EUA
María fue deportada a México en mayo de 2015, luego de radicar por más de dos décadas en Nueva York. Han pasado ya dos años de esa dolorosa experiencia y todos los días procura comunicarse vía telefónica con sus hijos radicados en Estados Unidos y este 10 de mayo, Día de las Madres, no será la excepción.
Ella fue detenida en la ciudad de Nueva Jersey cuando conducía su vehículo y, al no portar su licencia de conducir y comprobarse que tampoco contaba con los documentos legales para poder permanecer en la Unión Americana, firmó -mediante engaños de las autoridades migratorias de ese país- su “repatriación voluntaria”.
Hoy, a sus 38 años de edad, se ayuda económicamente con la venta de tamales que elabora en su domicilio ubicado en el municipio de Ciudad de Nezahualcóyotl, al oriente del Estado de México, lugar al que regresó y en el que radicaba antes de internarse a Estados Unidos.
A la mujer originaria de Michoacán le esperan en la ciudad neoyorkina sus tres hijos varones.
Dos de ellos adolescentes nacidos en Estados Unidos con educación y todos los documentos en regla y, un tercero, de 19 años de edad, que también enfrenta una situación migratoria irregular, pese a que desde los dos años de edad vive en esa nación.
“María cree que su hijo mayor no debe venir a México, sino quedarse con sus hermanos hasta que alcancen la mayoría de edad para que puedan viajar por sí mismos”, explicó la investigadora del Centro de Estudios Sociológicos (CES) de El Colegio de México (Colmex), Liliana Rivera.
Dijo a Notimex que al igual que María, decenas de madres migrantes sufren la separación de su familia luego de las políticas migratorias implementadas por el Gobierno de Estados Unidos, mismas que se recrudecieron con la administración del Presidente Donald Trump.
La también investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), indicó que el esposo de la mujer michoacana logró recientemente obtener la documentación migratoria y, por ende, su estancia legal allá.
Si embargo, no logró “sacar los documentos de María, debido a que ésta contaba con una falta administrativa”.
En su opinión, María podría haberse acogido a un juicio de deportación, esto es, “podría haber encontrado alguna cláusula para poder permanecer en Estados Unidos”.
Rivera González reconoció que el principal problema que enfrentan las migrantes, es la separación de sus familias; “generalmente son mujeres que tienen hijos, algunos de ellos nacidos en Estados Unidos y que se quedan allá mientras ellas son forzadas a regresar a México”.
Recordó que María “se encontraba en la ciudad de New Jersey; si hubiera sido en Nueva York, que es mucho más generosa con los migrantes, seguramente no la hubieran devuelto. Pero ella es directamente devuelta (a México) y puesta en menos de 24 horas en la frontera (en Reynosa) Tamaulipas”.
La académica, cuyas líneas de investigación son “Migración internacional, retorno e inserción social y laboral”, detalló que la connacional buscó un trabajo formal en el sector de servicios o en una oficina para aplicar los conocimientos y experiencia adquirida en Estados Unidos. No obstante, nadie la contrató.
Por eso, actualmente al igual que decenas de madres migrantes busca autoemplearse y, lejos de romper el vínculo familiar, refuerzan la comunicación con sus hijos en fechas especiales como son los cumpleaños y, por supuesto, en fechas de gran importancia como el Día de las Madres.
La coordinadora del libro “La construcción social del sujeto migrante en América Latina: Prácticas, representaciones y categorías. Quito, Ecuador: CLACSO”, refirió que tras su deportación, repatriación o “retorno voluntario”, los varones y, por supuesto, la madres migrantes experimentan un giro radical en su vida cotidiana.
Incluso, éstas últimas consideran que no tienen nada que decir dado que carecen de un empleo formal, “lo que las hace sentir que no tienen una voz y que no es relevante lo que tengan que comunicarnos sobre su experiencia (en Estados Unidos)”.
Y aunque son y se saben autosuficientes y productivas en el vecino país del norte, “por el hecho de haber regresado (a la misma condición o en situaciones menos favorables a las que se encontraban cuando se fueron a Estados Unidos), optan por no hablar sobre su deportación”.
Además, muchas de ellas sienten mucho resentimiento porque al llegar al país se les etiqueta como migrantes en retorno, cuando consideran que deben ser tratadas como una ciudadana más.
“Les molesta enormemente que se hable de migrantes cuando están en su propio país y que se les etiquete como tales. Quieren que se les vea como mexicanas con experiencia”, anotó Liliana Rivera.
Comentó que las connacionales saben también “que cuando estaban afuera (en Estados Unidos), eran muy queridas mientras enviaban remesas, que eran tomadas en cuenta como interlocutoras (…) y cuando están acá (en México), pierden relevancia”.